Mily tiene 10 años. La misma edad tendría Celeste, su hermanita melliza, de la cual no tiene memoria, porque murió por desnutrición en 2001. Ella es una sobreviviente del drama que destrozó a su familia debido a la pobreza. La pequeña también estuvo grave debido a su bajo peso, pero logró sobrevivir. Los padres, Filomena Luna y Roque Romano, siguen viviendo en Colonia 4, San Pablo, como entonces. La diferencia es que ahora el Gobierno le dio a Filomena la pensión por tener siete hijos, y le construyó, hace tres años, un módulo habitacional en su humilde vivienda.
En esa manzana de tierra cercana a una acequia, los Romano viven con sus hijos (menos Ivana, de 22, que formó su familia); Paola (18); Mariana (16), María (15); Marcos (14) Milagros (10) y la simpática Samira (6). "Ahora estamos mejor, gracias a Dios", dijo escuetamente la madre. De paso presentó a sus hijas y a uno de los tres nietos, Agustín, de pocos meses "que goza de buena salud", aseguró.
A una cuadra de la vivienda de los Romano, la pequeña Mily asiste al Comedor Infantil "Belén" junto a un grupo de niños del barrio. Stella Maris Toledo, quien se encarga por vocación de dar de comer a unos 35 chicos, todos los días desde hace 13 años, dijo que la situación socio sanitaria del sector no ha cambiado mucho y que, a pesar de las promesas de mejoras, a ella nunca le tocó ni siquiera un plan, ni un microemprendimiento que había solicitado para hacer pan. "Yo soy feliz cuando vienen los pequeños; aquí juegan y se visten gracias a la donación de ropa y de mercadería que recibimos de particulares; del Gobierno, nada", se sinceró.
El comedor no es otra cosa que un pedazo de terreno sin techo. Los niños comen en un tablón sobre un piso de tierra. Cuando les alcanza para comprar gas hacen comida más elaborada. Por lo general usan leña. "Ahora estamos viendo quiénes pueden ayudarnos para hacer un tinglado, porque cuando llueve no podemos dar de comer o los chicos; tienen que llevarse la vianda a sus casas en medio del agua. En verano comen bajo los rayos del sol", explica.
En esa manzana de tierra cercana a una acequia, los Romano viven con sus hijos (menos Ivana, de 22, que formó su familia); Paola (18); Mariana (16), María (15); Marcos (14) Milagros (10) y la simpática Samira (6). "Ahora estamos mejor, gracias a Dios", dijo escuetamente la madre. De paso presentó a sus hijas y a uno de los tres nietos, Agustín, de pocos meses "que goza de buena salud", aseguró.
A una cuadra de la vivienda de los Romano, la pequeña Mily asiste al Comedor Infantil "Belén" junto a un grupo de niños del barrio. Stella Maris Toledo, quien se encarga por vocación de dar de comer a unos 35 chicos, todos los días desde hace 13 años, dijo que la situación socio sanitaria del sector no ha cambiado mucho y que, a pesar de las promesas de mejoras, a ella nunca le tocó ni siquiera un plan, ni un microemprendimiento que había solicitado para hacer pan. "Yo soy feliz cuando vienen los pequeños; aquí juegan y se visten gracias a la donación de ropa y de mercadería que recibimos de particulares; del Gobierno, nada", se sinceró.
El comedor no es otra cosa que un pedazo de terreno sin techo. Los niños comen en un tablón sobre un piso de tierra. Cuando les alcanza para comprar gas hacen comida más elaborada. Por lo general usan leña. "Ahora estamos viendo quiénes pueden ayudarnos para hacer un tinglado, porque cuando llueve no podemos dar de comer o los chicos; tienen que llevarse la vianda a sus casas en medio del agua. En verano comen bajo los rayos del sol", explica.